No sé si se acuerdan de Saúl Feldman. Era árbitro hace unos años, y era flor de gallina: un hijo de mil putas que estafaba a cara de perro para favorecer a su cuadrito plumífero y embromar al bolso. En esa época, Feldman era notorio porque era el único que estafaba tan descaradamente; hoy en día no llamaría la atención porque todos arbitran igualito a la forma que él arbitraba. Como que hizo escuela, podemos decir.
Mi padre conoció al viejo Feldman, el padre de Saúl. Era galli también pero más decente, no era tan inmundo como el hijo. Una vez, mi padre le dijo "¡Che, te salió manya fanático el Saúl!" y el viejo Feldman le contestó "Sí, eso lo ayudó mucho para conseguir ser árbitro." Como mi padre no entendía, el otro le explicó: "Para ser árbitro colegiado, tenés que ser de P...rol. Tenés que poder demostrarlo con pruebas. Mientras más hincha sos, mejor. Si no sos, no entrás al colegio. Te bochan, no te aceptan. Hace décadas que funciona así la cosa."
Siempre me acuerdo de esa historia cuando veo a los árbitros tomando decisiones gremiales como parar el fútbol cada vez que le conviene a los emplumados (y previa reunión con ellos, por supuesto, como muchos testigos lo pueden confirmar).